LECTURA DE LA PALABRA PARA HOY 7 DE DICIEMBRE. Daniel 9,10
Oración de Daniel por su pueblo
9
1En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos, 2en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años.
3Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. 4Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; 5hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. 6No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. 7Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. 8Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. 9De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado, 10y no obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en sus leyes que él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas. 11Todo Israel traspasó tu ley apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra él pecamos. 12Y él ha cumplido la palabra que habló contra nosotros y contra nuestros jefes que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros tan grande mal; pues nunca fue hecho debajo del cielo nada semejante a lo que se ha hecho contra Jerusalén. 13Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad. 14Por tanto, Jehová veló sobre el mal y lo trajo sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios en todas sus obras que ha hecho, porque no obedecimos a su voz. 15Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste renombre cual lo tienes hoy; hemos pecado, hemos hecho impíamente. 16Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro. 17Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. 18Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. 19Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.
Profecía de las setenta semanas
20Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios; 21aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde. 22Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento. 23Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.
24Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. 25Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. 26Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. 27Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.
Visión de Daniel junto al río
10
1En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Beltsasar; y la palabra era verdadera, y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión.
2En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. 3No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas. 4Y el día veinticuatro del mes primero estaba yo a la orilla del gran río Hidekel. 5Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. 6Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de multitud. 7Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron. 8Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno. 9Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra.
10Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. 11Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando. 12Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. 13Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia. 14He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días; porque la visión es para esos días.
15Mientras me decía estas palabras, estaba yo con los ojos puestos en tierra, y enmudecido. 16Pero he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza. 17¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque al instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento.
18Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció, 19y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido. 20El me dijo: ¿Sabes por qué he venido a ti? Pues ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá. 21Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad; y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe.
LECTURA DE LA PALABRA PARA HOY 7 DE DICIEMBRE 2 Epistola de San Juan Apóstol
SEGUNDA EPÍSTOLA DE SAN JUAN APÓSTOL
Salutación
1
1El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad, 2a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros: 3Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor.
Permaneced en la doctrina de Cristo
4Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre. 5Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. 6Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio. 7Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo. 8Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo. 9Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. 10Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! 11Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras.
Espero ir a vosotros
12Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido.
13Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan. Amén.
COMENTARIO DE LA PALABRA PARA HOY 7 DE DICIEMBRE. Daniel 9,10
Capítulo 9
9.1 La visión del capítulo 9 la recibió Daniel en los días del capítuo 6. Este Darío es la persona que se menciona en el capitulo 6. El Asuero mencionado aquí no es el esposo de Ester. Los hechos descritos en el libro de Ester ocurrieron aproximadamente 50 años más tarde.
9.2, 3 Daniel clamó a Dios para que cumpliera la promesa de hacer regresar a su pueblo a su tierra natal. El profeta Jeremías había escrito que Dios no permitiría que los cautivos regresaran a su tierra natal durante setenta años (Jeremías 25.11, 12; 29.10). Daniel había leído esta profecía y sabía que este período de setenta años estaba llegando a su fin.
9.3-19 Daniel sabía cómo orar. Había leído las palabras de Dios y había creído en ellas. Cuando oraba, ayunaba, confesaba sus pecados y suplicaba a Dios que le revelara su voluntad. Oraba con una entrega completa a Dios y era totalmente receptivo a lo que Dios le dijera. Cuando usted ora, ¿le habla a Dios con franqueza? Examine su actitud. Hable a Dios franca y sinceramente.
9.4-6 Los judíos cautivos se habían rebelado contra Dios. Sus pecados los habían llevado al destierro. Pero Dios es misericordioso incluso con los rebeldes, si confiesan sus pecados y regresan a Dios. No permita que la desobediencia pasada le impida regresar a Dios. Él lo está esperando con los brazos abiertos.
9.6 A través de los años, Dios había enviado a muchos profetas para que hablaran a Su pueblo, pero sus mensajes cayeron en el vacío. La verdad era demasiado dolorosa para escucharla. Dios todavía nos habla con claridad y precisión por medio de la Biblia, y además a través de predicadores, maestros y amigos que se interesan en nosotros. Algunas veces la verdad hiere, y preferimos las falsedades dulces. Si usted no está dispuesto a escuchar la Palabra de Dios, pregúntese si está tratando de evitar un cambio doloroso. No se acomode en una mentira dulce que lo puede llevar a un juicio severo. Aceptar la verdad por dolorosa que sea siempre es saludable.
9.11–13 Daniel mencionó las bendiciones y las maldiciones definidas en Deuteronomio 28. Dios había dado al pueblo de Israel una elección: obedézcanme y serán bendecidos, o desobedézcanme y se enfrentarán a las maldiciones. La aflicción tenía la intención de hacer que el pueblo se volviera a Dios. Cuando nos enfrentemos a circunstancias difíciles, debemos preguntarnos si Dios tiene motivos para castigarnos. Si así lo creemos, debemos pedirle perdón. Luego podemos pedirle que nos ayude a resolver nuestros problemas.
9.14 Daniel habló de cómo Dios siempre trataba de que Israel volviera a Él. Aun después de un desastre, no querían obedecerlo. Dios todavía se vale de las circunstancias, otras personas y, más importante todavía, la Biblia para que la gente regrese a Él. ¿Qué tiene que hacer Dios para que usted lo escuche?
9.17-19 Sería un error leer la Biblia como una historia seca y no captar lo emotivo que hay en ella. En esta sección, Daniel estaba clamando al Señor. Le preocupaba su nación y su pueblo. Demasiado a menudo nuestras oraciones carecen de emoción y verdadera compasión por los demás. ¿Está dispuesto a orar derramando su corazón ante Dios?
9.18 Daniel clamó por misericordia, no por ayuda, porque sabía que su pueblo merecía la ira y el castigo Dios. Dios envía Su ayuda, no porque la merezcamos, sino porque quiere mostrar su gran misericordia cuando lo necesitamos. Si Dios no nos ayuda debido a nuestro pecado, ¿de qué nos quejamos? Sin embargo, si envía ayuda a pesar de nuestro pecado, ¿cómo podemos contener nuestra alabanza?
9.23 Dios contestó la oración de Daniel, y puede contestar también las nuestras.
9.24, 25 Cada una de estas setenta semanas puede representar un año. A menudo las Escrituras utilizan números redondos para expresar un concepto, no para dar una cuenta exacta. Por ejemplo, Jesús dijo que debíamos perdonar a los demás «setenta veces siete». No quiso decir que sólo cuatrocientos noventa veces, sino que debemos ser pródigos en perdonar. De manera similar, algunos eruditos ven en esta cifra de cuatrocientos noventa años una expresión en sentido figurado. Sin embargo, otros interpretan este período en forma literal, y dicen que la muerte de Cristo ocurrió al final de sesenta y nueve semanas (es decir, 483 años más tarde). Una interpretación ampliamente aceptada dice que la semana septuagésima son los siete años de la gran tribulación, todavía en el futuro. Luego entonces, la cifra puede simbolizar la primera y la segunda venida de Cristo.
9.26 El Mesías, el Ungido, sería rechazado y ejecutado por su propio pueblo. Su perfecto reino eterno habría de venir más tarde.
9.26, 27 Ha habido mucha discusión acerca de los números, tiempos y acontecimientos en estos versículos, y existen dos puntos de vista básicos: (1) Esto se cumplió en el pasado, ya sea en la profanación del templo por Antíoco IV Epífanes en 168–167 a.C. (véase 11.31), o en la destrucción del templo por el general romano Tito en 70 d.C. cuando un millón de judíos murieron; o (2) esto todavía está por cumplirse en el futuro bajo el anticristo (véase Mateo 24.15).
Capítulo 10
10.1ss Esta es la visión final de Daniel (536 a.C.). En ella recibe un discernimiento mayor en cuanto la gran batalla espiritual entre el pueblo de Dios y los que quieren destruirlo. Incluso hay más información detallada sobre el futuro, específicamente las batallas entre los reyes tolemaicos (del sur) y los reyes seléucidas (del norte).
10.1ss Antes de esta visión, Ciro permitió que los judíos regresaran a Jerusalén. ¿Por qué no regresó Daniel a Jerusalén? Probablemente ya era demasiado viejo para hacer el largo y difícil viaje (tenía más de 80 años). Sus deberes en el gobierno pudieron habérselo impedido. O tal vez Dios le dijo que no fuera para completar la obra para la cual lo había llamado .
10.5, 6 La persona que vio Daniel era un ser celestial. Algunos comentaristas creen que debió ser una aparición de Cristo (ver Apocalipsis 1.13–15), mientras que otros dicen que fue un ángel (porque requirió la ayuda de Miguel—10.13). En cualquier caso, Daniel tuvo una visión de la batalla entre los poderes sobrenaturales del bien y el mal.
10.10-18 Daniel sintió temor ante esta visión, pero la mano del mensajero calmó sus temores; perdió el habla, pero el toque del mensajero la restauró; se sentía débil, pero las palabras del mensajero lo fortalecieron. Dios nos puede sanar cuando estamos heridos, nos puede dar paz cuando tenemos problemas y fortaleza cuando somos débiles. Pida a Dios que lo conforte de la misma manera que lo hizo con Daniel.
10.12,13 A pesar de que Dios envió un mensajero a Daniel, un poderoso ser espiritual («el príncipe del reino de Persia») lo interceptó durante tres semanas. Daniel continuó orando y ayunando fielmente, y el mensajero de Dios por fin llegó. Las respuestas a nuestras oraciones puedenverse entorpecidas por obstáculos invisibles. No espere que las respuestas de Dios lleguen con demasiada facilidad o rapidez. La oración puede ser desafiada por fuerzas del mal, así que ore fervientemente y con regularidad. Luego espere que Dios conteste en el momento oportuno.
10.20,21 La guerra en las regiones celestiales debía estar dirigida contra Persia y después contra Grecia. Cada una de estas naciones iba a tener poder sobre el pueblo de Dios. Persia y Grecia estuvieron representadas por «príncipes» demoníacos. Pero Dios es Señor del pasado, del presente y del futuro, y todos los hechos están registrados en el «libro de la verdad».
COMENTARIO DE LA PALABRA PARA HOY 7 DE DICIEMBRE 2 Epistola de San Juan Apóstol
Capítulo 1
1 El «anciano» es Juan, uno de los doce discípulos y el escritor del Evangelio según San Juan, tres epístolas y el libro de Apocalipsis. Para mayor información acerca de Juan, véase su perfil en Juan 13. Se escribió esta carta poco después de 1 Juan con el propósito de advertir la presencia de los falsos maestros. El saludo «a la señora elegida y a sus hijos» puede referirse a una mujer específica o a una iglesia cuya identidad se desconoce hasta hoy. Juan pudo haber escrito desde Éfeso.
1–4 La «verdad» es la verdad acerca de Jesucristo, en contraposición a las mentiras de los falsos maestros (véase 1 Juan 2.21–23).
5, 6 La declaración de que los cristianos deben amarse unos a otros es un tema recurrente en el Nuevo Testamento. Más aún, el amor al prójimo es un mandamiento antiguo que aparece por primera vez en el tercer libro de Moisés (Levítico 19.18). Podemos mostrar nuestro amor de diferentes formas: al evitar los prejuicios y la discriminación, al aceptar a la gente, al prestar atención, al ayudar, al dar, al servir y al negarnos a juzgar a los demás. No es suficiente conocer los mandamientos de Dios. Debemos andar «según sus mandamientos». (Véanse también Mateo 22.37–39 y 1 Juan 2.7, 8.).
7 En la época de Juan, muchos falsos maestros enseñaron que el espíritu era bueno y que la materia era mala; por lo tanto, llegaron a pensar que Jesús no pudo haber sido Dios y hombre al mismo tiempo. En términos firmes, Juan advirtió en contra de esa clase de enseñanzas. Hay todavía muchos falsos maestros que fomentan una interpretación de Jesús que no es bíblica. Son peligrosos porque tergiversan la verdad y socavan los fundamentos de la fe cristiana. Pueden emplear palabras correctas, pero al mismo tiempo cambiar el significado. La forma de sus enseñanzas muestra mucho acerca de lo que creen con relación a Cristo. Para mayores detalles de cómo probar a los maestros, véase 1 Juan 4.1.
8 Recibir «galardón completo» no se refiere a la salvación sino a la recompensa al servicio leal. Todo el que valoriza la verdad y en forma persistente se aferra a ella ganará su galardón íntegro del Señor. Perderán esa recompensa quienes viven para sí mismos y lo justifican enseñando falsas doctrinas (véase Mateo 7.21–23).
10 Juan les ordena a los creyentes que no les den hospitalidad a los falsos maestros. Debían evitar estimular lo herético para que no se propagara la falsedad. Además, si los creyentes los invitaban a entrar, semejante acción mostraría que aprobaban lo que decían y hacían los falsos maestros. Puede parecer rudo rechazar a las personas aunque estén enseñando herejías. Pero es mucho mejor ser fiel a Dios que simplemente cortés con las personas. Juan no condena la hospitalidad a los incrédulos sino el apoyo a quienes se dedican a oponerse a la verdadera enseñanza de Dios. Juan añade que cualquiera que apoya a un falso maestro de alguna manera se hace cómplice de su obra maligna.
13 La enseñanza falsa es un asunto serio, y debemos tener cuidado de no pasarla por alto. Es tan serio que Juan escribió esta carta para alertar en contra de ella. Hay tantas enseñanzas falsas en nuestro mundo que podemos ser tentados a no darles mucha importancia. Por el contrario, debemos tener en cuenta los peligros que plantean y negarnos a darle a la herejía un punto de apoyo y ventaja. Comentarios de la Biblia del Diario Vivir. Rv 1960.

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