LECTURA DE LA PALABRA PARA HOY 25 DE Septiembre, Isaías 4,5,6
Capitulo 4
1Echarán mano de un hombre siete mujeres en aquel tiempo, diciendo: Nosotras comeremos de nuestro pan, y nos vestiremos de nuestras ropas; solamente permítenos llevar tu nombre, quita nuestro oprobio.
Futuro glorioso de Jerusalén
2En aquel tiempo el renuevo de Jehová será para hermosura y gloria, y el fruto de la tierra para grandeza y honra, a los sobrevivientes de Israel. 3Y acontecerá que el que quedare en Sion, y el que fuere dejado en Jerusalén, será llamado santo; todos los que en Jerusalén estén registrados entre los vivientes, 4cuando el Señor lave las inmundicias de las hijas de Sion, y limpie la sangre de Jerusalén de en medio de ella, con espíritu de juicio y con espíritu de devastación. 5Y creará Jehová sobre toda la morada del monte de Sion, y sobre los lugares de sus convocaciones, nube y oscuridad de día, y de noche resplandor de fuego que eche llamas; porque sobre toda gloria habrá un dosel, 6y habrá un abrigo para sombra contra el calor del día, para refugio y escondedero contra el turbión y contra el aguacero.
Parábola de la viña
Capitulo 5
1Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en una ladera fértil. 2La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar; y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres.
3Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña. 4¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres?
5Os mostraré, pues, ahora lo que haré yo a mi viña: Le quitaré su vallado, y será consumida; aportillaré su cerca, y será hollada. 6Haré que quede desierta; no será podada ni cavada, y crecerán el cardo y los espinos; y aun a las nubes mandaré que no derramen lluvia sobre ella. 7Ciertamente la viña de Jehová de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá planta deliciosa suya. Esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia, y he aquí clamor.
Ayes sobre los malvados
8¡Ay de los que juntan casa a casa, y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo! ¿Habitaréis vosotros solos en medio de la tierra? 9Ha llegado a mis oídos de parte de Jehová de los ejércitos, que las muchas casas han de quedar asoladas, sin morador las grandes y hermosas. 10Y diez yugadas de viña producirán un bato, y un homer de semilla producirá un efa.
11¡Ay de los que se levantan de mañana para seguir la embriaguez; que se están hasta la noche, hasta que el vino los enciende! 12Y en sus banquetes hay arpas, vihuelas, tamboriles, flautas y vino, y no miran la obra de Jehová, ni consideran la obra de sus manos. 13Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento; y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed. 14Por eso ensanchó su interior el Seol, y sin medida extendió su boca; y allá descenderá la gloria de ellos, y su multitud, y su fausto, y el que en él se regocijaba. 15Y el hombre será humillado, y el varón será abatido, y serán bajados los ojos de los altivos. 16Pero Jehová de los ejércitos será exaltado en juicio, y el Dios Santo será santificado con justicia. 17Y los corderos serán apacentados según su costumbre; y extraños devorarán los campos desolados de los ricos.
18¡Ay de los que traen la iniquidad con cuerdas de vanidad, y el pecado como con coyundas de carreta, 19los cuales dicen: Venga ya, apresúrese su obra, y veamos; acérquese, y venga el consejo del Santo de Israel, para que lo sepamos! 20¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! 21¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos! 22¡Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebida; 23los que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su derecho!
24Por tanto, como la lengua del fuego consume el rastrojo, y la llama devora la paja, así será su raíz como podredumbre, y su flor se desvanecerá como polvo; porque desecharon la ley de Jehová de los ejércitos, y abominaron la palabra del Santo de Israel. 25Por esta causa se encendió el furor de Jehová contra su pueblo, y extendió contra él su mano, y le hirió; y se estremecieron los montes, y sus cadáveres fueron arrojados en medio de las calles. Con todo esto no ha cesado su furor, sino que todavía su mano está extendida.
26Alzará pendón a naciones lejanas, y silbará al que está en el extremo de la tierra; y he aquí que vendrá pronto y velozmente. 27No habrá entre ellos cansado, ni quien tropiece; ninguno se dormirá, ni le tomará sueño; a ninguno se le desatará el cinto de los lomos, ni se le romperá la correa de sus sandalias. 28Sus saetas estarán afiladas, y todos sus arcos entesados; los cascos de sus caballos parecerán como de pedernal, y las ruedas de sus carros como torbellino. 29Su rugido será como de león; rugirá a manera de leoncillo, crujirá los dientes, y arrebatará la presa; se la llevará con seguridad, y nadie se la quitará. 30Y bramará sobre él en aquel día como bramido del mar; entonces mirará hacia la tierra, y he aquí tinieblas de tribulación, y en sus cielos se oscurecerá la luz.
Visión y llamamiento de Isaías
Capitulo 6
1En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 5Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
6Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. 8Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. 9Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. 10Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad. 11Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? Y respondió él: Hasta que las ciudades estén asoladas y sin morador, y no haya hombre en las casas, y la tierra esté hecha un desierto; 12hasta que Jehová haya echado lejos a los hombres, y multiplicado los lugares abandonados en medio de la tierra. 13Y si quedare aún en ella la décima parte, ésta volverá a ser destruida; pero como el roble y la encina, que al ser cortados aún queda el tronco, así será el tronco, la simiente santa. Amen.
LECTURA DE LA PALABRA PARA HOY 25 DE Septiembre, Gálatas 3
El Espíritu se recibe por la fe
Capitulo 3
1¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? 2Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? 3¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? 4¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. 5Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?
El pacto de Dios con Abraham
6Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. 7Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. 8Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. 9De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.
10Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
15Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. 16Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. 17Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. 18Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.
El propósito de la ley
19Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador. 20Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno.
21¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. 22Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.
23Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. 24De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, 26pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; 27porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. 28Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 29Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.Amen. Rv
COMENTARIO DE LA PALABRA PARA HOY 25 DE Septiembre, Isaías 4,5,6
Capítulo 4
4.2–4 «El renuevo de Jehová» tal vez se refiera al Mesías, a pesar de que algunos piensan que se refiere a Judá. En medio de la tribulación predicha por Isaías, algunas personas recibirán la protección de la misericordia amorosa de Dios. Los protegidos serán el pueblo de Dios cuando el Mesías gobierne la tierra (Jeremías 23.5, 6; Zacarías 6.12, 13). Se distinguirán por su santidad, no por su riqueza ni prestigio. Esta santidad es el resultado de un deseo sincero de obedecer a Dios y de una profunda devoción a Él. La maldad no siempre continuará como está ahora. Dios le pondrá fin y sus seguidores fieles disfrutarán su reino glorioso.
Capítulo 5
5.1–7 La lección de la viña muestra que la nación escogida por Dios debía dar fruto para llevar a cabo su obra, para defender la justicia. Produjo fruto, pero este fue ácido y malo. Este pasaje utiliza un juego de palabras: las palabras hebreas que se traducen juicio y vileza suenan muy parecidas, así como las empleadas para justicia y clamor. Jesús dijo: «Por sus frutos los conoceréis» (Mateo 7.20). ¿Ha examinado últimamente su propio «fruto»? ¿Es dulce o ácido?
5.8–25 En esta sección, Dios condena seis pecados: (1) explotar a otros (5.8–10); (2) embriaguez (5.11, 12); (3) pecar con orgullo y sarcasmo (5.18, 19); (4) confundir las normas morales (5.20); (5) presunción (5.21); y (6) pervertir la justicia (5.22–24). Debido a estos pecados, Dios castigó a Israel con destrucción mediante Asiria (5.25–30). Un destino similar le esperaba a Judá si no se volvía de sus pecados.
5.11–13 Estos hombres pasaban muchas horas bebiendo y festejando, pero Isaías predijo que muchos a la larga morirían de hambre y de sed. Es irónico, pero nuestros placeres, si no tienen la bendición de Dios, pueden destruirnos a la larga. Dejar a Dios fuera de nuestras vidas permite que el pecado entre en ellas. Dios quiere que disfrutemos de la vida (1 Timoteo 6.17), pero que evitemos esas actividades que nos pueden apartar de Él.
5.13 Los héroes de la nación, «su gloria», sufrirían la misma humillación que la gente común. ¿Por qué? Porque vivieron de acuerdo a sus propios valores y no según los de Dios. A muchos de los héroes actuales de los medios de comunicación y deportivos los idolatran debido a su capacidad para vivir según les place. ¿Son sus héroes los que desafían a Dios o los que desafían al mundo para servir a Dios?
5.18, 19 Hay personas que arrastran sus pecados junto con ellas. Algunas lo hacen con orgullo, pero para otras sus pecados se han vuelto una carga que los aplasta. ¿Está usted arrastrando pecados a montones que se niega a abandonar? Antes de que se vea acabado e inútil, vuélvase al Único que promete quitarle la carga de pecado y reemplazarla con un propósito para la vida que es un gozo cumplir (véase Mateo 11.28–30).
5.20 Cuando la gente no observa con cuidado la distinción entre el bien y el mal, pronto sobreviene la destrucción. Es muy fácil decir: «Nadie puede decidir por otro lo que es bueno o malo». Pueden pensar que emborracharse no es dañino, que las relaciones extramaritales no son malas o que el dinero no los controla de verdad. Pero cuando damos excusas por nuestras acciones, quebrantamos la diferencia entre el bien y el mal. Si no tomamos la Palabra de Dios, la Biblia, como nuestra regla, pronto toda las alternativas morales de la vida parecerán confusas. Sin Dios, vamos directo al fracaso y a mucho sufrimiento.
5.24 El pueblo sufrió debido a que rechazó la ley de Dios. Es muy triste ver que tanta gente en la actualidad anda en busca de significado en la vida mientras que echan a un lado la Palabra de Dios. Podemos evitar cometer el error de Israel y de Judá al hacer que la lectura de la Biblia ocupe un alto lugar en nuestra vida.
5.26–30 Este pasaje describe lo que Dios haría si el pueblo lo desobedeciera (Deuteronomio 28). Asiria comenzó a atormentar a Israel durante el reinado de Acaz (735–715 a.C). Este fuerte agresor destruyó el reino del norte en 722 a.C. y dispersó al pueblo en todo su imperio. El pecado tiene sus consecuencias. Si a lo mejor no son inmediatas, vendrán de todas maneras.
Capítulo 6
6.1 El año de la muerte del rey Uzías fue aproximadamente en 740 a.C. Murió de lepra por tratar de realizar los deberes del sumo sacerdote (2 Crónicas 26.20, 21). Si bien fue en general un buen rey y su reino fue largo y próspero, muchas de sus súbditos se apartaron de Dios.
6.1ss La visión de Isaías fue su llamado para ser el mensajero de Dios para su pueblo. A Isaías se le encomendó una misión difícil, tenía que decirle a las personas, que se creían bendecidas por Dios, que Él las iba a destruir debido a su desobediencia.
6.1ss La sublime visión que Isaías tuvo de Dios en 6.1–4 nos da un sentido de la grandeza, misterio y poder de Dios. El ejemplo de Isaías al reconocer su pecaminosidad delante de Dios nos anima a confesar nuestro pecado. Su descripción del perdón nos recuerda que también Dios nos perdona. Cuando reconocemos cuán grande es Dios, cuán pecadores somos y el alcance de su perdón, recibimos poder para hacer su obra. ¿Cómo se mide su concepto de la grandeza de Dios con el de Isaías?
6.1-3 El trono, los serafines o ángeles que lo servían y el triple santo enfatiza la santidad de Dios. El serafín era un tipo de ángel cuyo nombre se deriva de la palabra «arder», quizás indicando su pureza como ministro de Dios. En un tiempo donde la decadencia moral y espiritual alcanzó su cima, era importante para Isaías ver a Dios en su santidad. Santidad significa ser moralmente perfecto, puro y apartado del pecado. Nosotros también necesitamos descubrir la santidad de Dios. Las frustraciones diarias, las presiones sociales y los defectos reducen nuestra visión de Dios. Necesitamos tener la visión de un Dios alto y sublime, como el que la Biblia menciona, que nos dé el poder para enfrentar los problemas y las preocupaciones. La perfección moral de Dios vista como es debido, nos purificará del pecado, limpiará nuestra mente de problemas y nos permitirá adorarlo y servirle solo a Él y servirle.
6.5-8 Viendo al Señor y escuchando la alabanza de los ángeles, Isaías se dio cuenta de que era impuro ante Dios, sin ninguna esperanza para poder alcanzar el nivel de santidad de Él. Sin embargo, cuando el carbón encendido tocó sus labios, le dijeron que sus pecados eran pecados. No fue el carbón lo que lo limpió, sino Dios. En respuesta, Isaías se sometió por entero a su servicio. No importaba cuán difícil sería su tarea, dijo: «Heme aquí, envíame a mí». Fue necesario el doloroso proceso de limpieza antes de que Isaías pudiera cumplir la tarea para la que Dios lo llamaba. Antes de aceptar el llamado de Dios para hablar de Él a los que nos rodean, debemos estar limpios, como Isaías, confesar nuestros pecados y someternos al control de Dios. Quizás resulte doloroso que Dios nos purifique, pero es necesario a fin de poder representar verdaderamente a Dios, el cual es puro y santo.
6.8 Mientras más claramente Isaías veía a Dios (6.5), más consciente estaba de su propia impotencia e insuficiencia para hacer cualquier cosa de valor perdurable sin Él. No obstante, estaba dispuesto a ser el vocero de Dios. Cuando Él llama, ¿dirá también usted: «Heme aquí. Envíame a mí»?
6.9–13 Dios dijo a Isaías que el pueblo oiría, pero no entendería su mensaje porque engrosaron (endurecieron) sus corazones más allá del arrepentimiento. La paciencia de Dios con su rebelión crónica finalmente se agotó y su castigo fue abandonarlos a su rebelión y dureza de corazón. ¿Por qué Dios envió a Isaías si sabía que no le prestarían atención? Si bien la nación sola no se arrepentiría y cosecharían el castigo, algunos sí escucharían. En 6.13 Dios explica su plan para un remanente (simiente santa) de seguidores fieles. Dios es misericordioso aun cuando juzga. Su promesa de preservar a su pueblo nos infunde aliento. Si le somos fieles, podemos tener la certeza de su misericordia.
6.11-13 ¿Cuándo oiría el pueblo? Solo cuando llegaran al final y no tuvieran a quien recurrir más que a Dios. Esto sucedería cuando ejércitos invasores destruyeran la tierra y se llevara a la gente al cautiverio. La décima parte quizás se refiera a los que se quedaron en la tierra después del cautiverio o a los que regresaron de Babilonia para reconstruir la nación. Ambos eran aproximadamente una décima parte de la población total. ¿Cuándo oiremos a Dios? ¿Debemos acaso, al igual que Judá, pasar por calamidades antes de escucharlo? Considere lo que quizás Él le esté diciéndole y obedézcalo antes de que se le acabe el tiempo.
COMENTARIO DE LA PALABRA PARA HOY 25 DE Septiembre, Gálatas 3
Capítulo 3
3.1 Los creyentes de Galacia habían sido fascinados por los argumentos falsos de los maestros, hasta dar la apariencia de que estaban bajo la influencia de un encanto. La magia era común en los días de Pablo (Hechos 8.9–11; 13.6, 7). Los magos empleaban tanto la ilusión como el poder de Satanás para lograr sus milagros. La gente se involucraba en los ritos misteriosos de los magos sin tomar en cuenta su peligroso origen.
3.2,3 Los creyentes en Galacia, algunos de los cuales habían estado en Jerusalén en Pentecostés y habían recibido el Espíritu Santo allí, sabían que no recibieron el Espíritu de Dios por obedecer la ley judía. Pablo enfatizó que así como comenzaron la vida cristiana en el poder del Espíritu, de igual manera crecerían por el poder del Espíritu. Los gálatas dieron un paso atrás cuando decidieron cumplir con las leyes judías. Debemos darnos cuenta que crecemos espiritualmente gracias a la obra de Dios en nosotros por su Espíritu, no por seguir normas especiales.
3.5 Los gálatas sabían que habían recibido al Espíritu Santo cuando creyeron, no cuando obedecieron la ley. Muchas personas se sienten inseguras en su fe, porque la fe sola parece muy sencilla; por ello es que procuran acercarse a Dios por medio de reglas. Mientras ciertas disciplinas (estudio bíblico, oración) y servicio pueden ayudarnos a crecer, estas no pueden ocupar el lugar del Espíritu Santo en nosotros o ser un fin en sí mismo. Al plantear estas preguntas, Pablo esperaba lograr que los gálatas vieran otra vez a Cristo como el fundamento de su fe.
3.5 El Espíritu Santo da a los cristianos un poder especial para vivir para Dios. Algunos cristianos desean más que esto. Ellos desean vivir en un alto estado emocional de manera perpetua. El aburrimiento de la vida cotidiana parece denotar que algo anda mal espiritualmente. Frecuentemente, una de las obras más grandes del Espíritu Santo en nosotros es enseñarnos a persistir, mantenernos en hacer lo que es correcto, aunque aparentemente haya perdido su interés o entusiasmo. Los gálatas rápidamente se volvieron de las enseñanzas de Pablo a las novedades de los maestros en su ciudad, necesitaban el don de la perseverancia que da el Espíritu Santo. Si la vida cristiana le parece anodina, quizá esté necesitando que el Espíritu lo sacuda. Cada día la vida ofrece un desafío para vivir por Cristo.
3.6–9 El argumento principal de los judaizantes era que los gentiles tenían que hacerse judíos para poder ser cristianos. Pablo expuso lo débil de este argumento al demostrarles que los verdaderos hijos de Abraham son aquellos que tienen fe, no los que guardan la ley. Abraham mismo fue salvado por fe (Génesis 15.6). Los creyentes de todos los tiempos de toda nación reciben la misma bendición de Abraham. Esta es una promesa consoladora, una gran herencia y un fundamento sólido para vivir.
3.10 Pablo cita Deuteronomio 27.26 para probar que en oposición a lo que los judaizantes enseñaban, la ley no puede justificar y salvar, sólo puede condenar. El quebrantar uno solo de los mandamientos trae condenación sobre una persona. Y como todos han quebrantado los mandamientos, todos están condenados, y la ley nada puede hacer para cambiarlo (Romanos 3.20–24). Pero Cristo tomó la maldición de la ley sobre sí cuando fue colgado en la cruz (3.13). Lo hizo para que no tuviéramos que enfrentar nuestro castigo. La única condición es que aceptemos lo que hizo Cristo en la cruz (Colosenses 1.20–23).
3.11 Procurar ser rectos para con Dios («justificación») por nuestro esfuerzo propio no funciona. Las buenas intenciones tales como «la próxima vez lo haré mejor» o «nunca lo volveré a hacer», usualmente, termina en fracaso. Pablo menciona la declaración de Habacuc (Habacuc 2.4) que por confiar en Dios, creyendo en su provisión en favor de nuestros pecados y viviendo cada día en el poder de su Espíritu, podemos romper este ciclo de fracaso.
3.17 Dios mantiene su promesa a Abraham (Génesis 17.7, 8), no la abolió, pese a haber pasado miles de años. Salvó a Abraham por medio de su fe, y ha bendecido al mundo a través de Abraham al enviar al Mesías como uno de sus descendientes. Las circunstancias pueden cambiar, pero Dios permanece constante y no quebranta sus promesas. Ha prometido perdonar nuestros pecados por medio de Jesucristo y podemos estar seguros de que lo hará.
3.18,19 La ley tiene dos funciones. En su lado positivo, revela la naturaleza y la voluntad de Dios y muestra a la gente cómo debe vivir. En el lado negativo, muestra el pecado de las personas y les indica que es imposible agradar a Dios por obediencia plena a todas sus leyes. La promesa de Dios a Abraham tiene que ver con su fe, la ley enfoca las acciones. El pacto con Abraham muestra que la fe es el único medio de salvación, la ley muestra cómo obedecer a Dios en una respuesta maravillosa. La fe no anula la ley, por el contrario, cuanto más llegamos a conocer a Dios, más entendemos cuán pecadores somos. Por lo tanto somos conducidos a depender sólo de nuestra fe en Cristo para obtener nuestra salvación.
3.19, 20 Cuando Dios le dio su promesa a Abraham lo hizo por sí mismo, sin Moisés o los ángeles como mediadores. Aunque no se menciona en Éxodo, los judíos creían que los Diez Mandamientos habían sido dados a Moisés por los ángeles (Esteban se refiere a esto en su discurso, véase Hechos 7.38, 53). Pablo muestra la superioridad de la salvación y crecimiento por la fe sobre el tratar de ser salvos por guardar la ley judía. Cristo es el mejor y único camino dado por Dios para que nosotros podamos venir a Él (1 Timoteo 2.5).
3.21,22 Antes que la fe en Cristo nos libertara, estábamos atrapados en pecado, abatidos por errores pasados y sofocados por deseos pecaminosos. Dios sabía que éramos prisioneros del pecado y por ello proveyó una vía de escape: la fe en Jesucristo. Sin Cristo todos están atrapados en las garras del pecado y sólo aquellos que depositan su fe en Él pueden quedar libres. Mire hacia Él: lo quiere alcanzar para darle libertad.
3.24,25 «El ayo» es como la supervisión que un tutor le daba a un niño. No necesitamos más este tipo de supervisor. La ley nos muestra la necesidad de salvación; la gracia de Dios nos provee esa salvación. El Antiguo Testamento todavía es aplicable. Dios revela, en el mismo, su naturaleza, su voluntad para la humanidad, sus leyes morales y sus directrices para vivir. Pero no podemos ser salvos por guardar la ley, debemos confiar en Cristo.
3.26, 27 En la sociedad romana, un futuro joven ponía a un lado la túnica de su niñez y se vestía con una nueva túnica. Esto representaba su paso a la ciudadanía adulta con todos sus derechos y responsabilidades. Pablo combinó esta concepción cultural con el concepto del bautismo. Por hacerse cristiano y ser bautizados, los creyentes gálatas estaban creciendo espiritualmente y estaban listos para tomar el privilegio y las responsabilidades de mayor madurez. Pablo dice que ellos habían puesto a un lado las vestimentas viejas de la ley, y ahora estaban vistiendo el ropaje nuevo de la rectitud en Cristo (véanse 2 Corintios 5.21; Efesios 4.23, 24).
3.28 Algunos varones judíos saludaban al nuevo día con la oración: «Señor, te doy gracias que no soy un gentil, un esclavo o una mujer». El papel de la mujer fue realzado por el cristianismo. La fe en Cristo va más allá de estas diferencias y hace que los creyentes sean uno en Cristo. Asegúrese de que no está imponiendo restricciones que Cristo ha quitado. Ya que los creyentes son sus herederos, ninguno es más privilegiado o superior a otro.
3.28 Es nuestra inclinación natural sentirnos incómodos cuando estamos en medio de personas que son diferentes a nosotros y acercarnos a aquellos con los que tenemos alguna semejanza. Pero cuando permitimos que nuestras diferencias nos separen de otros creyentes, contradecimos enseñanzas bíblicas claras. Propóngase buscar y apreciar a gente que no se asemeja a usted ni a sus amigos. Hallará que hay muchas cosas en común.
3.29 El pacto original con Abraham fue proyectado para todo el mundo, no sólo para sus descendientes (véase Génesis 12.3). Todos los creyentes forman parte de este pacto y son bendecidos como hijos de Abraham. Comentarios de la Biblia del Diario Vivir. Rv 1960.
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